Los grandes descubrimientos se hacen por accidente. Y los que no, por curiosidad. Mi dueña se ha empeñado en sacarme partido de todas las maneras posibles, y como de momento no ha logrado que haga de canguro, o ponerme a barrer la casa (¡más quisiera ella!), no pierde la oportunidad de hacerme trabajar con recetas teóricamente probadas y perfeccionadas para ver qué pasa con la olla. Y pasa lo que pasa, que a veces el experimento sale bien, y de qué manera…
Las madalenas de chocolate son un vicio cuando salen buenas. La señora de casa había probado recetas y más recetas con resultados dispares: a veces muy densas, otras veces no subían lo suficiente, a veces quedaban duras, a veces muy aceitosas. Y tras mucho peregrinar había dado con LA receta, que desde entonces se había convertido en un clásico al cual recurrir siempre que se tuviera el antojo de algo dulce, suave y chocolatoso.
Y todos vivíamos felices. A las niñas les gustaban, a los señores les gustaban, a los amigos de los señores y las niñas les gustaban. Y eran perfectas. Si tenían un defecto, era que una vez hechas había que comérselas todas. Todas. Y mi dueña se tenía que sacrificar (¿?) y comérselas a regañadientes (entre suspiro y suspiro de satisfacción). Hasta que las hice yo, y todo cambió, porque ahora la familia entera puede darse un caprichito en su justa medida, sin encender el horno y sin arriesgarse a que las madalenas se quemen o queden secas.
Este es un libre contra tortuga de libro. Esta semana las hicimos dos veces, la primera mi dueña repartió la mezcla en dos partes para que el horno y yo pudiéramos competir. Y éste fue el resultado:
La foto no les hace justicia. Las mías son las de la izquierda. Las del horno, a la derecha, salieron tan buenas como siempre. Las mías… las mías tenían un increíble color negro satinado como el de los postres de las revistas de cocina. Y la consistencia era la de una nube de algodón: tiernas, suaves, jugosas… superaron lo que creíamos insuperable.
Envalentonadas, la segunda vez sólo hicimos la mitad de la receta, para que toda la tanda cupiera cómodamente en mi interior gracias a este artilugio:
Es una estructura metálica que suele venir con los hornos microondas para la función de grill (esa que NUNCA usamos), y que viene muy a mano cuando queremos hacer un segundo nivel en la olla. Idealmente, una rejilla para la crockpot debería tener más enrejado para poder aprovechar toda la superficie, pero hasta que podamos agenciarnos algo más adecuado, esta estructura -que llevaba estorbando ni se sabe cuánto tiempo en la cocina- nos hace el apaño.
Tengo que impresión de que básicamente cualquier receta de madalenas tendría resultados espectaculares con la cocción lenta, pero aquí les dejo la receta que hemos probado nosotras.
Ingredientes:
85 ml. de leche entera
85 gr. de azúcar
75 gr. de mantequilla derretida en microondas (pero no caliente)
1 huevo
140 gr. de harina
15 gr. de cacao en polvo
1/2 cucharadita de bicarbonato sódico
1/2 cucharadita de levadura química
Gotitas de chocolate (les diría que son opcionales, pero en esta casa son obligatorias).
Preparación:
La receta original era de thermomix, pero se puede hacer a mano sin problemas.
En un cuenco mezclar el azúcar con la mantequilla y batir para hacer una mezcla homogénea. Agregar la leche y luego el huevo y batir.
Tamizar la harina, el cacao, el bicarbonato y la levadura, y agregar el resultado al cuenco de los líquidos. Incorporar con movimientos envolventes, sin remover mucho. Una vez en los moldes, poner un puñadito de gotitas de chocolate en cada madalena.
Hemos descubiertos que los moldecitos de flan de papel alumnio que venden en el Mercadona son ideales para esta receta. Se les pone un papelito y se rellenan 12 (justo los que vienen en el paquete). Se colocan 8 en la base de la olla y 4 más en la rejilla metálica:
Programar 1 hora en alto (pinchar con un palillo para asegurarse de que están cocidas). Esperar a que se enfríen un poco para sacar y desmoldar.
¡A disfrutar!